La convivencia entre niños y perros puede ser una experiencia llena de amor, aprendizaje y compañerismo. Sin embargo, es importante ser conscientes de los riesgos potenciales y tomar las medidas necesarias para prevenir situaciones de agresividad y mordeduras. Estudios epidemiológicos a nivel mundial revelan que la mayoría de las víctimas infantiles por mordeduras de perro son agredidas por animales conocidos, y en entornos familiares o intradomiciliarios.
Ante esta realidad, surge la interrogante: ¿Cómo podemos evitar que un perro muerda a un niño o niña? La clave reside en la prevención, la educación y la responsabilidad compartida.

¿Qué es la agresividad canina?
La agresividad canina se puede definir como un ataque deliberado o una intimidación hacia otro individuo, ya sea humano u otro animal, este comportamiento cumple un rol de protección frente a un individuo u objeto que es tomado como amenaza por parte del perro. Aunque la agresión es parte del comportamiento natural del perro, una manifestación excesiva puede alterar significativamente su relación el entorno y con las personas que lo rodean. Esta conducta agresiva puede tener diversas motivaciones, como la protección de su territorio, la expresión de miedo, la protección de recursos (Kleszcz, et al., 2022, p.3), entre otras que se comentaran acontinuación.
Tipos de agresividad
Es importante entender que la agresividad es el resultado de la interacción de distintos factores (Hernández Garzón, 2012, p. 62) los cuales son:
- Los relacionados con el medio donde se encuentra: el nivel de socialización con animales y humanos, las experiencias tempranas en sus etapas prenatales y neonatales, el aprendizaje, grado de ejercicio, el valor que le da el animal a los recursos, la dieta y su disponibilidad.
- Los factores inherentes: aquellas enfermedades que puedan generar en el animal incomodidad, malestar o dolor, cambios neurológicos, enfermedades endocrinas y/o metabólicas producto de alteraciones hormonales, rasgos genéticos y demás variaciones individuales del animal.
- Motivaciones: frecuentemente estas, se encuentran por la competitividad de un recurso, la defensa propia del animal o de su grupo social y la protección de un recurso o territorio. Aunque estas motivaciones se presentan en todos los perros, la mayoría no tienen reacciones agresivas porque su aparición e intensidad depende de la combinación de los dos factores anteriormente mencionados.
Con lo anterior podemos clasificar la agresividad por causas orgánicas y sin causas orgánicas.
Agresividad por causas orgánicas: la conducta agresiva del perro es el resultado de enfermedades o lesiones que provocan dolor, cambios hormonales o metabólicos, problemas neurológicos, entre otros (ver tabla 1).

Agresividad sin causas orgánicas: la conducta agresiva del perro se muestra por situaciones donde no está relacionada directamente con problemas médicos o físicos anteriormente mencionados. Los principales tipos de agresividad sin causa orgánica y que va dirigida a las personas son:
- Agresividad inducida por miedo: La agresividad por miedo en perros es una respuesta defensiva para alejar amenazas cuando no puede huir (González Alonso, 2017, p.17). Suele presentarse hacia niños debido a un mal manejo, socialización deficiente o experiencias negativas con ellos (Pol Catalá & García Belmonte, 2016, p.4). Las causas incluyen socialización inadecuada entre la semana 3 y 12 de vida, experiencias traumaticas, predisposición genetica y aprendizaje (Álvarez Bueno, 2016, p.3). Hernández garzón (2012) señala que el aprendizaje es clave: si una amenza persiste, el perro usará la agresión para alejarla, y si se castiga al perro por una comunicación como gruñir o mostrar los dientes, posteriormente el perro para intentar evitar el castigo tendrá una respuesta agresiva al acercamiento de otros individuos e ira asociado a un estado de ansiedad importante.
El lenguaje corporal de un perro con miedo incluye orejas hacia atrás, cuerpo encogido, cola baja, jadeos, temblores y rigidez muscular (Álvarez Bueno, 2018, p.46). La agresión se dirige a individuos percibidos como amenazas y se desencadena por la proximidad y rapidez del acercamiento (Boada et al., Pineda, Olivares, & Ibáñez, 2017).

- Agresividad por conflicto social: antes atribuida a la teoría de la dominancia, este tipo de agresividad ocurre principalmente hacia miembros de la familia y otros perros del hogar (Hernández Garzón, 2012, p.63). Hay varios estudios que indican que los perros no forman estructuras jerarquicas lineales ni piramidales, por lo que la teoria de la dominancia ha perdido credibilidad (Álvarez Bueno, 2018, p.25). Esta agresividad se desencadena por enfrentamientos por recursos, fijación visual, invasión del espacio del perro, frustración por actividades inhibidas, castigos físicos y castigos verbales mal aplicados o verbales (Sueda & Malamed, 2014, p.601). Hernández Garzón (2012) advierte que el uso inconsistente del castigo puede generar ansiedad y agresividad.
Un perro en conflicto social se muestra lo suficientemente motivado para mantener su posición; sin embargo, se muestra incomodo ante la confrontación (Sueda & Malamed, 2014, p.602), hay una postura corporal ambivalente (ofensivo-miedoso), puede evidenciarse reacciones propias de defensa, como por ejemplo intentos de retirada, se observa un exceso en la vigilancia de su entorno, temblores y una alta sensibilidad a los ruidos y puede gruñir y morder si las señales de advertencia no son respetadas. Las víctimas de la agresión suelen ser familiares o conocidos (Boada, et al., 2017).

- Agresividad por protección de recursos: Esta es una conducta normal que impide a otros individuos robar recursos valiosos para el perro, como alimentos, juguetes o personas (Sueda & Malamed, 2014). Los perros muestran comportamientos como evitar que otros accedan al recurso, cambiarlo de lugar o ingerirlo rápidamente. Si la amenaza persiste, el perro puede mostrar señales defensivas como gruñidos o mordidas al aire, la agresión se dirige a individuos, conocidos o no, que se acercan al recurso valorado por el perros (González Alonso, 2017, p.17).
- Agresividad Territorial: Esta conducta tiene como objetivo el proteger al núcleo social del perro y sus recursos. Factores como la falta de socialización, largos periodos de encierro, una dieta alta en proteínas y el refuerzo de comportamientos defensivos por parte del tutor pueden predisponer a este tipo de agresividad (Hernández Garzón, 2012, p.65). Aunque puede confundirse con la agresividad por miedo, la agresividad territorial se caracteriza por una postura ofensiva dentro del territorio del perro (Boada, et al., 2017). La agresión se dirige a individuos que se acercan al territorio del perro (Sueda & Malamed, 2014).
- Agresividad Redirigida: Esta conducta ocurre cuando un perro, incapaz de atacar al verdadero estimulo de su agresión, ataca a un tercero cercano. Las víctimas suelen ser individuos u objetos próximos al animal durante el episodio de agresividad primaria (Boada, et al., 2017).
- Agresividad por Juego: Aunque mal nombrada, ocurre en perros jóvenes muy estimulados que no han aprendido a inhibir la mordida. No tiene intención de daño y se caracteriza por señales de invitación al juego como el “play bow” (Sueda & Malamed, 2014). Las víctimas suelen ser compañeros de juego del perro.

- Agresividad Predatoria: Aunque es rara hacia los humanos, es peligrosa especialmente hacia los niños. Motivada por la intención de cazar, se caracteriza por ataques sin advertencia y sin componente emocional (Sueda & Malamed, 2014). Las víctimas suelen ser animales pequeños, niños y objetos en movimiento (González Alonso, 2017, p.18). La agresión se desencadena por el movimiento del blanco.
- Agresividad Maternal: esta agresividad es influenciada por las hormonas postparto, busca proteger a los cachorros y suele desaparecer al mes del parto (Bruno, 2016). Se caracteriza por una mezcla de posturas defensivas y ofensivas, las víctimas son individuos que se acercan a la camada, especialmente en los primeros días postparto (Boada, et al., 2017).
- Agresividad idiopática: Este tipo de agresividad es repentina y explosiva, sin señales previas claras (Boada, et al., 2017). Sus causas pueden incluir la falta de reconocimiento de señales sutiles por parte del tutor, la inhibición de señales de advertencia a través del castigo, problemas fisiológicos, y niveles bajos de serotonina (Sueda & Malamed, 2014). La agresión puede dirigirse a cualquier individuo cercano en el momento del ataque.
*Para complementar los tipos de agresividad, el siguiente video explica las diferentes posturas corporales con respecto al estado emocional que se encuentra el canino.
Mordeduras en niñas y niños
Los perros son los animales preferidos por muchos niños, quienes los ven como amigos e interactúan con ellos a través de abrazos y caricias. Sin embargo, estas interacciones pueden desencadenar agresiones convirtiéndose en un problema de salud pública (Arhant, et al., 2017, p.2).
Diversos estudios indican que los niños, especialmente en su primera infancia, son los principales afectados por mordeduras de perros, las cuales ocurren generalmente en el hogar y anatómicamente se presentan lesiones en la cabeza, cara y cuello (Arhant, et al., 2017, p.3) debido a la altura del niño, al jugar en el suelo, la tendencia a gatear y el acercamiento de este hacía el perro para abrazarlo o acariciarlo. Se observó también que las mordeduras más severas en todos los grupos etarios ocurrieron en el hogar (Caffrey, et al., 2019, p.3).
* El siguiente video muestra en que situaciones no hay tocar, jugar o acecarse a un perro.
Estadísticas
Las mordeduras de perros a niños son un problema significativo de salud pública Un estudio identificó que el 26% de las mordeduras ocurren cuando los perros protegen recursos y el 18% durante interacciones como abrazos. En niños menores de 6 años, el 44% de las mordeduras están relacionadas con la protección de recursos en especial comida (Maxwell, 2016). En España, cerca del 1% de las consultas pediátricas urgentes son por mordeduras de animales, afectando principalmente la cara y el cuello en lactantes y niños pequeños (Piñeiro Pérez & Carabaño Aguado, 2015, p.265).
El 70% de los casos de mordedura involucran a perros que pertenecen a un miembro de la familia, siendo los niños las víctimas más comunes en el hogar. Estas mordeduras ocurren con mayor frecuencia en los meses de verano, epoca vacacional estudiantil y durante los fines de semana, especialmente entre las 16:00 y las 20:00 horas. Esto sugiere que estos son los momentos en los que los niños interactúan más con los perros sin la supervisión de un adulto, posiblemente debido a que los adultos están ocupados preparando alimentos (Jakeman, et al., 2020, p.4). Estos datos nos demuestran que los niños menores de 5 años no saben reconocer el comportamiento emocional y las diferentes posturas o señales corporales de los perros, lo que potencializa el riesgo de ataques y mordeduras en esta población.
* El siguiente video enseña a un niño cómo se debe acercar a un perro de forma correcta.
Consecuencias físicas y emocionales
Las consecuencias más evidentes de las agresiones de perros hacia humanos y en especial los niños, son las físicas. Estas pueden incluir desde una leve sensación de dolor hasta un dolor intenso en la zona afectada, así como lesiones únicas o múltiples en la cabeza, cuello, extremidades, y la región genitourinaria. Entre las lesiones comunes se encuentran laceraciones, desgarros, lesiones por aplastamiento (Caffrey, et al., 2019), daño en vasos sanguineos importantes, y complicaciones en la cicatrización como queloides y limitaciones en el movimiento según la zona afectada. Además, pueden surgir complicaciones bacterianas como osteomielitis, infecciones articulares, endocarditis, meningitis, abscesos cerebrales y sepsis (Mejía Fernández, 2016). Sin embargo, es importante señalar que, aunque las agresiones por perros son más frecuentes, su incidencia de infección es menor en comparación con las heridas causadas por agresiones de gatos (Piñeiro Pérez & Carabaño Aguado, 2015).
Por otro lado, el impacto psicologico de una mordedura de perro no es tan evidente y suele estar mal documentado e informado. Se ha demostrado que los niños pueden sufrir diversas alteraciones psicológicas después de un ataque canino. Por ejemplo, casi un tercio de los niños desarrollan un nuevo miedo o evitación hacia los perros, y una quinta parte experimenta pesadillas tras el incidente (Jakeman, et al., 2020, p.3).
Se ha observado que estos niños pueden volverse excesivamente dependientes de su madre, sufrir de baja autoestima, tener fantasías de venganza hacia los perros, mostrarse cautelosos, inhibidos y con dificultades en la capacidad de disfrutar. Además, pueden presentar problemas para adaptarse a la escuela y a la sociedad debido a lesiones o deformidades faciales difíciles de disimular (Mejía Fernández, 2016). También pueden sentir inseguridad al caminar por lugares donde han sido atacados o amenazados por un perro.
El impacto psicologico no solo afecta a la víctima, sino también a sus tutores, quienes pueden experimentar cambios en sus sentimientos y emociones después del ataque. Estos cambios pueden incluir sentimientos de culpa, enojo o temor por la seguridad de sus hijos (Jakeman, et al., 2020, p.3).
Prevención de mordeduras
En la medida en que el niño crece y se vuelve más independiente, la vigilancia del adulto frente a la interacción del niño con el perro tiende a disminuir, lo que incrementa la incidencia de mordeduras a esta edad. Por ello, es crucial que el adulto continúe supervisando dicha interacción. Además, debe enseñar al niño conceptos de tenencia de animales de compañía y comportamientos adecuados hacia el animal (ver tabla 2). Esto incluye cómo tratar al perro con respeto y evitar situaciones de riesgo (ver tabla 3). Por ejemplo, el niño debe aprender a no tocar animales desconocidos ni intervenir en peleas entre perros. Asimismo, es importante reforzar el reconocimiento de los signos de agresividad o miedo en un perro y enseñar como evitar un ataque ya sea cuando el niño está de pie o si cae al suelo (Pol Catalá & García Belmonte, 2016; World Animal Protection, 2015).

Es fundamental que los padres o tutores conozcan y apliquen conceptos básicos de tenencia de animales de compañía que incluye:
- Elegir acertadamente el perro adecuado para la familia. Si se opta por la adopción, informarse sobre los antecedentes y el comportamiento del perro.
- Proveer una dieta saludable y agua fresca.
- Realizar revisiones periódicas con el médico veterinario para prevenir la agresividad por causas orgánicas.
- Brindar educación adecuada y temprana al animal, ya sea en escuelas o bajo la tutoría de un profesional certificado.
- Buscar asistencia inmediata de un profesional veterinario en medicina del comportamiento ante cualquier signo de agresividad, por leve que sea.
- Asegurar ejercicio diario.

La socialización es crucial para prevenir agresiones. Los animales que socializan tienen menos predisposición a asustarse y posteriormente a agredir o morder, ya que se sienten cómodos en diferentes situaciones. Se recomienda socializar al cachorro con todo tipo de personas, otros animales, lugares y objetos, permitiéndole avanzar a su propio ritmo y sin obligarlo cuando se sienta incomodo. Además, es importante usar collar y traílla en zonas públicas para mantener un buen control del animal.
* El siguiente video enseña al niño o persona adulta a cómo actuar en caso que un perro se acerque de forma agresiva o si este lo derriba al suelo.
Educación
Actualmente existe una amplia gama de material educativo en la prevención de mordeduras en niños, a continuación, se describen tres programas educativos.
- Programa Blue Dog: Es una iniciativa educativa europea diseñada para enseñar a los niños como interactuar de manera segura con los perros. Además de ofrecer consejos para reducir el riesgo de mordeduras, Blue Dog proporciona información sobre la selección adecuada de perros y los beneficios de tener un perro en la familia.
- We Are Family: Este programa tiene como objetivo educar y guiar a los padres sobre cómo preparar al animal de compañía y el ambiente ante la llegada de un bebé, hasta su etapa de preescolar.
- Victor and Victoria´s Pet Town: Es una herramienta de aprendizaje divertida y atractiva diseñada para ayudar a los niños en la tenencia de animales de compañía y la seguridad frente a los perros.
Material educativo ¿Cómo evitar que un perro me muerda?
He diseñado un material educativo dirigido a niños de 5 a 10 años y a sus padres, tutores maestros y cuidadores, con el objetivo de prevenir mordeduras de perros. Este material se divide en dos guías escritas: la primera contiene las generalidades sobre la prevención de mordeduras para los niños y otra para los padres o tutores.
Además, incluye seis videos cortos que muestran de forma lúdica y breve las acciones necesarias para prevenir o minimizar el riesgo de una mordedura. También hay dos juegos interactivos: el primero es una trivia que resume la guía y los videos creados, y el segundo es una trivia son las «Diez reglas de oro para evitar una mordedura de perro«. Este último juego fue tomado, traducido y ajustado del Centro Nacional de Información sobre Animales de Compañía de Países Bajos (LICG)
Te invito a utilizar el material educativo ¿Cómo evitar que un perro me muerda? Este recurso, disponible de manera totalmente gratuita, es una excelente manera de aprender y enseñar sobre como prevenir mordeduras de perros, solo necesitas hacer clic en las imágenes para descargar todo el contenido. ¡No pierdas esta oportunidad de educar y proteger a tu familia de manera lúdica y accesible!





Conclusión
La prevención de mordeduras de perros en niños es fundamental para garantizar su seguridad y bienestar. A través de una adecuada educación y el uso de materiales didácticos, es posible enseñar tanto a los niños como a los adultos sobre las mejores prácticas para convivir de manera segura con los animales de compañía. Informar sobre los signos de agresividad, promover la socialización temprana de los perros y fomentar comportamientos responsables son estrategias clave para reducir el riesgo de incidentes.
«Al invertir en la educación y prevención, no solo protegemos a nuestros seres queridos, sino también fortalecemos el vínculo positivo entre niños y perros»
M.V. Oscar Buitrago
¿Qué opinas de la agresividad canina? ¿Sabías que hay diferentes tipos de agresividad y que el animal nos comunica corporalmente su estado emocional?
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